miércoles, 15 de febrero de 2012

Ínfulas de gloria


Es temporada de Oscars, las buenas películas invaden las carteleras, la calidad campa a sus anchas por una vez al año, estamos de enhorabuena, pero Megaupload ya no existe (de lo cual deberíamos estar agradecidos todos, pues a esto se debe en parte la existencia de este blog), y yo sólo puedo comentar lo que buenamente puedo, sin romper ninguna ley ni perjudicar a nuestra querida industria cultural, faltaría más. Y tengo tantas ganas de ver la nueva de Los Teleñecos...
   American Gangster. Igual ya nadie se acuerda de esta película. En su momento optó a un par de Oscars, pero tuvo una reacción crítica tibia y tampoco ganó mucho dinero. Le debió sentar bastante mal a su ilustre director, Ridley Scott, irregular cineasta con al menos una obra maestra a sus espaldas (y no me refiero a Blade runner, gafapastillas, sino a esa joya simple, disfrutable y para toda la familia llamada Gladiator). Le debió sentar mal, digo, porque se nota que le puso ganas. Todas las imágenes de la película a comentar parecen pedir a gritos un par de Oscars, algún galardón que ratifique su grandeza indiscutible. Los actores, la música, las (pocas y eficaces) escenas de acción...
   Y nada. No es que comprenda enteramente las causas del poco entusiasmo que cosechó en su momento (la mayor parte de los premios se la suele llevar películas bastante peores que la que nos ocupa), pero a la película, y perdóneseme el uso frívolo de esta expresión, le falta alma. Algo que llegue a la audiencia, que le provoque emociones. Éstas fluyen en contadas ocasiones, pero fluyen. 
   Las casi tres horas que dura la película (una duración excesiva se mire por donde se mire), pasan sin demasiada molestia, siempre interesantes y a un ritmo ajustado, que parece que siempre están pasando cosas. Por si fuera poco, los dos actores protagonistas están que se salen, casi me atrevería a decir que por igual (tanto Denzel Washington con sus ataques de ira controlados y sus "My man", como Russell Crowe con su entrañable estampa de policía honesto y perdedor nato). Y la banda sonora está muy bien, incluyendo tanto la música incidental como las canciones escogidas (la secuencia con Across the 110th street de Bobby Womack sonando de fondo consigue alardear de una extraña epicidad gracias exclusivamente a este tema... igual que sucedía con la escena inicial de la gran Jackie Brown). En cuanto a la dirección, pues Ridley Scott es un tipo, como digo, muy respetable, con nervio, con idea de cómo lograr tensión en las escenas y otorgarle aún más impacto a la violencia (que no es tanta como pudiéramos pensar en un primer momento).
   Con todas estas cosas buenas, ¿en qué falla la película? Pues explicaré más detalladamente la chuminada ésa de que "no tiene alma", que me habré quedado a gusto. A decir verdad, es algo que pensé una vez acabado el film, cuando me encogí de hombros y me pregunté "¿Y qué?". Descubrí que la película no me había dejado huella alguna, que el guión no había estado todo lo bien que debiera y que, en resumen, todo había sido bastante efímero.
   Me vino a la cabeza Heat, que es una de las grandes obras maestras de la Historia del Cine, sin discusión, y que tiene una trama similar a American Gangster, al menos en cuanto a que los protagonistas son policía y delincuente, y tienen una relación bastante curiosa. En ambas, hay tan sólo un par de escenas en las que se ven las caras (en el caso de Heat, y a tenor de los rumores, ni siquiera eso). La razón por la que Heat es infinitamente mejor (aparte de que mis actores favoritos siempre serán Robert De Niro y Al Pacino, qué le vamos a hacer) radica en que, no sé por qué, pero lo que le ocurre a los personajes sí que nos importa, y nos emociona. En American Gangster, cuando por fin Crowe y Washington se ven las caras, estamos en las mismas. "Vaya, parece que incluso se van a llevar bien... ¿y qué?".
   Igual no me he explicado muy correctamente, y todo quede dentro la inefable subjetividad, pero, ateniéndonos estrictamente al guión (el gran responsable de toda esta denunciada intrascendencia), hay un montón de personajes que vienen y van, que quedan horriblemente desdibujados y desaprovechados (pobre Cuba Gooding Jr, y pensar que tiene un Oscar), que parece que están ahí por rellenar metraje (como el compañerito sinvergüenza que Russel Crowe tiene al principio). Por otra parte, los diálogos son demasiado cortos y elementales, y en muchos momentos se agradecería una cierta mesura, y que las escenas duraran algo más de tres minutos; hay como una sensación de urgencia y pretensión vertiginosa a lo largo de toda la película, algo ciertamente chocante teniendo en cuenta la desorbitada duración de la que hace gala.
   Por lo demás, tenemos un buen puñado de momentos sobresalientes (aquel en el que Washington se sale un segundico del restaurante donde come con sus hermanos para endosarle una bala en la cabeza al malo de The Wire ante la vista de todo dios es uno de los mejores que el excelso cine de gángsteres nos ha proporcionado en toda su historia), y algún diálogo emocionante e inspirado (como la discusión de Crowe con su ex-mujer, no por tópica menos eficaz). 
   Una buena película, en resumen. Podría haber sido mejor, pero qué le vamos a hacer. Para película definitiva de gángsteres (seguramente la pretensión secreta del amigo Ridley), ya tenemos El Padrino I, El Padrino II, y Casino. Y nos basta.

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