viernes, 22 de febrero de 2013

Caca, súper cagada, y una súper cagadísima

Si para el siguiente artículo me diera por utilizar la prototípica estructura de pirámide invertida, la más correcta periodísticamente, puesto que entre la cantidad de tiempo que os pasáis viendo La que se avecina o leyendo a Paulo Coelho apenas encontráis un momento que perder para críticas meridianamente largas, diría que La jungla: Un buen día para morir es una gran caca. Una enorme, olorosa y testosterónica caca.  Os puedo incluso hacer la advertencia final, ahora. No la veáis. No paguéis por ella. No penséis que es una nueva entrega de la saga Die Hard o, como la conocemos los hispanohablantes, La Jungla de Cristal, aunque el título y la presencia de Bruce Willis pueda llevar a engaño.

"Simón dice: Ni se os ocurra ver esta mierda"

   Por si hay alguien al que no le importe seguir leyendo continúo con mi destrucción. La cosa esta perpetrada por John Moore es tan mala, tan mala, tan mala, que no da ni risa. Y eso, en una película que pretende ser la quinta de la gloriosa saga de John McClane, es imperdonable. Bueno, en honor a la verdad me reí un par de veces, con una carcajada nerviosa y desesperada, porque siempre ayuda ver a Bruce Willis pegando sopapos mientras dice palabrotas. Hasta cierto punto.
   Son un par de veces aisladas en medio de una desolación inconmensurable, que al menos dura poco. No más de 90 minutos tarda el engendro en concluir, y aún así cuando lo hace ya llevas deseándolo un buen rato. Y tiene bastante mérito, ¿eh? 90 minutos, 50 de ellos dedicados a escenas de acción, y con Bruce Willis en camiseta blanca. Y te encuentras con una mierda de este calibre. ¿Cómo puede ser?
   Pues vamos por partes. El director, John Moore, deja muy claro de qué rollo va al comienzo del filme, con un montaje abrupto en el que ni siquiera deja ver de forma satisfactoria el par de tetas que anunciaba el trailer. Muchos andobas ruskis hablando en ruski, miradas inexpresivas de gente desconocida, una tía bajando de una moto y quitándose la chaqueel supuesto hijo de McClane matando gente. Cinco minutos y no te has enterado de la misa la mitad, pero bueno, sólo es cuestión de tiempo antes de que aparezca Bruce Willis. Y, cuando lo hace, en un penoso diálogo con no sé qué jefe suyo de la policía, John Moore no se puede estar quieto, y decide que quedaría super guay que la cámara no dejara de temblar, para insuflar una tensión perpetua, que te deje pegado al asiento. Suspense puro y duro.

En toda la película no vais a ver más tetas que éstas. Pero porque lo exige el guión

   Las escenas tranquilitas son rodadas así, con prisa, acabemos rápidamente para que vengan los tiros. Y las escenas de acción, pues bueno. No son de lo peor, y eso ya es algo. La persecución del comienzo está bastante bien planificada, y el tiroteo de entre medias tampoco está mal. Luego el clímax es otra guarrería, gracias a que el dire ya decide sacar la artillería pesada, ponerse trascendente, y meter como diez minutos de cámara lenta. Porque sí, también le gusta la cámara lenta. Lo tiene todo.
   Los actores. Obviamente, por un lado está Bruce Willis, y por otro el resto de inútiles que le acompañan. El que hace de su hijo, que se parece a Sam Worthington, que actúa tan mal como Sam Worthington, pero que no es Sam Worthington. El que hace del amiguete ruso que es muy listo porque sale jugando al ajedrez al principio metido en una cárcel, otro inútil. Mary Elizabeth Winstead, que está buenísima. 
   Y Bruce Willis, que no le dejan hacer lo mejor que sabe hacer. Que no es "dar su merecido a los malos", como se empeña en repetir en unos diálogos bochornosamente infumables, sino soltar frases grandiosas al tiempo que se las ve y se las desea para acabar la película vivo. Con la camiseta blanca progresivamente roja, y eso. 

El supuesto John McClane, el prota de Avatar, y un tío ruso con barba

   Porque aquí no se salva ni John McClane. Y lo que acapara todo el mérito de tal grado de infamia, más que un director de Serie B, más que un plantel de actores lamentable, es el guión, obra de un tal Skip Woods, probablemente uno de los tipos más inútiles de la historia de la humanidad. Qué asco de guión, por Dios. Con trama estupidísima (tampoco hay que pedirle peras al olmo, pero las cosas como son), con unos diálogos que parece que los he escrito yo con mi polla, con unos chistes con menos gracia que Eva Hache, con unos malos simplemente ridículos (a quien se le ocurriera lo del pipa que quiere ser bailarín y come zanahorias es para guillotinarlo)... Con un John McClane irreconocible. Que apenas se cabrea, ni se ve en aprietos, ni le parte la cara al imbécil de su hijo en cada uno de los desaires que le da (esto probablemente sea lo más frustrante de todo). Ni siquiera el Yipikayeihijodeputa mola.
   Y eso. Una soberana mierda, un vergonzante atraco (últimamente pagar por ir al cine supone, casi siempre, un atraco) y un insulto para la saga y sus fans (superando en horripilancia a La jungla 2). Una basura que, con todo, sigue siendo mejor que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

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