miércoles, 22 de mayo de 2013

El gran DiCaprio (gran, gran, gran, gran, gran, gran, gran, gran...)

El hecho de que el director de Romeo + Julieta (una modificación del título original sencillamente adorable), Moulin Rouge (una película adorable también, en todo su exceso y extensión), y Australia (sin comentarios) se hubiera hecho con las riendas de la adaptación definitiva, pues vivimos en la era de las películas definitivas, de la novela más famosa de F. Scott Fitzgerald, pudo haberme despojado, al momento, de la más mínima intención de ver el resultado. Porque, cómo no, ya nos conocemos, el señor Baz Luhrmann metería música atronadora, frases amorosas y vacías, movimientos videocliperos de cámara, y muchos colorines y luces y excesos visuales para hacer las delicias del público, a ser posible previa ingestión de estupefacientes. Algo así, indudablemente, no le pegaría nada a una novela llamada El gran Gatsby, una de las obras más influyentes del pasado siglo, de lectura obligada para los estudiantes norteamericanos, y etecé etecé. Vamos, que podría salir una boñiga que te cagas.

¿Se merece un meme, a que sí?

   Pero hete aquí que descubrí que Leonardo DiCaprio iba a participar, y me tuve que replantear las cosas. Porque, si resulta quizá dudoso (para mí no lo es) que el chavalín del peinado imposible del Titanic sea el mejor actor de su generación, lo que está fuera de duda es que es el que tiene mejor olfato a la hora de escoger guiones. Cuando el tiempo pase y DiCaprio sea lo que hoy en día Marlon Brando o Paul Newman simbolizan para todos nosotros, le recordaremos como el protagonista de clásicos como Titanic (que os den, no hay mejor ejemplo de clásico que Titanic), Infiltrados, Revolutionary Road, Origen, o, por qué no, Django desencadenado (esta peli sólo será recordada por él, y por el gran villano que compuso). Y aún no tiene ni 40 años el fiera. Dijo hace poco que se retira temporalmente, para no sé qué hostias ecologistas, pero lo más seguro porque está harto de que la Academia le vacile (si pasara de los Oscars, como yo ahora digo que hago, todo iría mucho mejor), y sólo queda rezar para que este "temporalmente" sea lo más breve posible.
   En fin. El gran Gatsby. Por si no os lo imaginabais, lo mejor de El gran Gatsby es Leonardo DiCaprio. Éste se mea en todos sus compañeros de reparto, sin piedad, y siempre con su sonrisa burlona (ejemplar ese momento en el que mira a cámara con la copa y suena Rhapsody in Blue, una de las pocas músicas contemporáneas a la narración que se nos permite escuchar). Se mea en Carey Mulligan, que se limita a estar correcta y encantadora; en Elizabeth Debicki (cuyo personaje queda bastante desaprovechado); en Joel Edgerton, que también está muy bien (consiguiendo que comprendamos y hasta compadezcamos a su odioso personaje); y, obviamente, en Tobey Maguire, que sin embargo no está tan mal como uno se podría imaginar en un principio. Osea, su personaje es un pringao (de los grandes), y el hecho de que lleve en numerosas ocasiones el mismo flequillo de malote que en Spider-Man 3, esperad un momento que voy a vomitar y sigo................... no ayuda a que nos caiga mejor. Sin embargo, gracias a la tremenda historia del señor Fitzgerald, y a ciertos toques del guión, como el tragicómico momento en el que confiesa que es el día de su cumpleaños, el personaje se acaba salvando, e incluso llegamos a soportarle. 

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   Es DiCaprio, como comentábamos, la estrella de la función, la presencia magnética sobre la que orbita todo (es tremendo el suspense que cunde en la película antes de que él entre en escena, sobre todo después de la escena del pedo de Tobey Maguire, que no se sabe muy bien a qué viene). El histrionismo que siempre ha empleado tan bien, el partido que saca de esa marmórea belleza que Dios le ha dado, la elegancia y hombría animal que despiden cada uno de sus movimientos... en fin, podría tirarme horas hablando de DiCaprio, y también tirándomelo a él.
   En otro orden de cosas tenemos la puesta en escena de Baz Luhrmann, que es todo lo excesiva y barroca que suponíamos, o incluso más. El comienzo de la peli es clavado al de Moulin Rouge (de hecho, es clavada a Moulin Rouge en muchísimos aspectos) en cuanto a su capacidad de provocar mareos y ataques epilépticos en el respetable. Luego la cosa se tranquiliza un poco, fluyen los diálogos y los sentimientos, con alguna que otra ida de olla marca de la casa (como las carreritas de coches, una locura que no creo que sirva más que para gastar presupuesto y lucirlo). La cuestión es si la dirección de Luhrmann resulta adecuada para el tono de una historia como la de El gran Gatsby y, para qué nos vamos a engañar, no. Todo se queda en fuegos de artificio, en increíbles panorámicas de gente bailando, en espectaculares canciones que no pegan ni con cola (aunque siempre sea una delicia escuchar los lamentos desganados de Lana del Rey), en enmascarar un argumento intimista y, verdaderamente, bastante difícil de tragar.

"Oh, sí, me has hecho olvidar completamente a Ryan Gosling. Y a su expresividad. Y a su ausencia"

   La historia que F. Scott Fitzgerald pergeñó allá por 1925 es, aunque no tenga más referencias que la última peli de Baz Luhrmann, sublime. Una tragedia de las buenas, una de ésas en las que comprendes a todos los personajes, en la que todos son humanos, y sufren, y aman, y cuyos catastróficos finales te dejan sin respiración. Acaba la proyección, tienes la cabeza atontada de tanta música atronadora y tanto movimiento de cámara, y, cuando empiezas de nuevo a respirar, reflexionas y murmuras. Qué puta mierda esto de ser ser humano. Suspiras.
   Era difícil que, ciñéndose la adaptación enteramente (incluso con su par de frases amorosas de vergüenza ajena) a la novela de Fitzgerald y contando con Leonardo DiCaprio en el papel protagónico, saliera un mal film, por muy tontito que se pusiera el amigo Luhrmann. Así que eso, una gran película, por mucho que digan lo contrario Boyero o la crítica americana. Vedla si podéis. Y si no, también. 

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