martes, 1 de abril de 2014

"Seguir a las arañas, seguir a las arañas... ¿por qué no podemos seguir mariposas?"

Habría que aclarar, antes de nada, y nunca con el suficiente énfasis, que si no hubiera visto una pequeña gran película llamada Prisoners el año pasado (una de la que luego no se acordó nadie en los premios gordos, y da como bastante vergüenza), difícilmente habría acabado viendo algo llamado Enemy, de un tal Denis Villeneuve, basándose "libremente" en una novela del genialísimo y difuntísimo José Saramago. Y menos apareciendo el guapo de Jake Gyllenhaal como protagonista absoluto, quien, sí, salía en Zodiac, pero también en Brokeback Mountain, Prince of Persia y, que me dan arcadas, Donnie Darko. 3 a 1. Le hubieran dado mucho por saco, e igual ahora estaría criticando una peli que os interesara un poquito más, tipo Ocho apellidos vascos. Sin embargo, yo me tomo la temática de los estereotipos autonómicos muy en serio, así que es lo que hay. Vamos con la peli de Enemy, durante cuya proyección me costó tanto mantenerme despierto que parecía andaluz. 

Por cierto, acabé viendo 3 bodas de más y, tal y como sospechaba, es ETA

   Prisoners es una obra maestra, sin paliativos, y una que me dejó tan buen sabor de boca en su momento que el hecho de que dicho visionado se efectuara durante la primera Fiesta del Cine sólo supuso la guinda del pastel. En este caso también ha pillado una Fiesta del Cine por medio, lo cual hace que me pregunte qué clase de oscuro pacto habrá hecho el señor Villeneuve con los exhibidores para que éstos le dejen absorber una gran cantidad de público residual (como aquél que ni siquiera pudo meterse a ver El gran hotel Budapest por aforo completo; sí, algo está cambiando, y me da mucho miedo). En fin, decía que la nueva peli del señor Villeneuve (que rodó al mismo tiempo que Prisoners, sin embargo), se ha beneficiado con respecto a mi experiencia valorativa al no haberme costado más de 2, 90 pavos. Si hubiera sido de otro modo, habría empezado la crítica de un modo muy distinto y destructivo. 
   Para empezar, Enemy es radicalmente distinta a su predecesora (o simultacesora) en casi todo. Allá donde Prisoners ofrecía una historia ambiciosa, perfectamente ensamblada y apasionante, Enemy sólo ofrece un batiburrillo de ideas y muchas arañas de desigual tamaño que se chocan entre sí durante 90 minutos (si llega a durar lo mismo que la primera, que llegaba casi a las tres horas, probablemente habría acabado yo también viendo dobles míos dentro del chino de Plaza España, un sitio cojonudo para encontrarte dobles, por otro lado). Allá donde Prisoners era un honroso recital de actuaciones estupendas, Enemy solo cuenta con un Jake Gyllenhaal sobrepasado por las circunstancias que cree que la mejor manera de hacer de dos personajes a la vez es poniendo cara tristona por un lado, y gritando mucho y vistiendo chupas de cuero por otro. También está Melanie Laurent, a quien había perdido la pista desde Malditos bastardos, pero lo mejor que se puede decir de ella es que sale en bolas. Allá donde, en resumen, Prisoners era totalmente satisfactoria sin dejar de ser crudísima y trágica, Enemy es insultantemente críptica, sin dejar de tener sus momentos.
   Nos encontramos ante una de esas películas que funcionan por espasmos, esto es, sin guión, sin que el espectador pueda empezar a intentar comprender desde un sitio definido y asentado. Con un surrealismo en la mejor tradición de David Lynch (el de Carretera perdida y Mullholland Drive, para parecerse al de Inland Empire al señor Villeneuve le quedan aún muchos porros) y un ambiente muy de "novela" de Paul Auster (a falta de leer El hombre duplicado, no dejé de pensar en todo momento que Enemy era una adaptación cojonuda de La Trilogía de Nueva York), y con un desinterés bastante notorio por entretener y enganchar al espectador, que acaba traducido en que, sobresaltos (y arañas, lo que le gustan a este tío las arañas) aparte, la sensación más continua en el respetable, esto es, en mí, sea la de sopor. 

"En efecto, con esta jeta parezco sacado de una peli de David Lynch. Todo está conectado"

   Sigue siendo una película del genio que dirigió Prisoners, sin embargo, y eso, aunque no esté amparado en un guión mínimamente coherente, se nota. Esa atmósfera malsana, esa música inquietante (por momentos demasiado machacona), esa tenebrosa fotografía... Sobre todo, esa habilidad para concluir eficazmente su obra. En Prisoners se nos ofrecía uno de los mejores finales que he tenido el placer de ver en los últimos años, como colofón a una tremebunda escena de suspense con un coche como protagonista. Pues bien, en Enemy nos encontramos con lo mismo, encontrándonos con una secuencia estupenda de acción a cuatro ruedas y con un final igualmente impactante. Claro que, en el caso de la película protagonizada por Hugh Jackman, te quedabas diciendo con los ojos chirivíticos "¡Vaya genialidad!". En el de Enemy, la frase puede ir desde un "Jej, pues vale" hasta un "¡Guau, flipante!", pasando por el indispensable "Vaya unas pelotas que se gasta el director". 
   En resumidas cuentas, que no he entendido un carajo de Enemy, y no por no haberlo intentado. No sería algo grave en extremo si al menos me hubiera entretenido medianamente durante la intentona, pero tampoco ha sido así. Me he aburrido bastante, Jake Gyllenhaal me ha acabado irritando, y aunque he apreciado en cierta medida los esfuerzos de Villeneuve por ofrecer algo tan radicalmente distinto a lo que me esperaba de él, la sensación general ha sido de decepción. Puestos a hacer un thriller surrealista de raigambre lynchiana, Villeneuve le podía haber dado más vidilla al asunto.

"Si yo soy yo y tú eres tú, ¿quién es más tonto de los dos?"

   Finalmente, parece que el único que sabe ser David Lynch, y no aburrir siendo David Lynch, es el mismo David Lynch. Osea, que buen intento, Denis (cuando veo más de una peli de cierto director me permito llamarle por el nombre de pila), pero esto del surrealismo no es lo tuyo. Sigue viviendo en la Tierra y dirige nuevas joyas del tipo Prisoners. La cual, por cierto, no me cansaré nunca de recomendar a los insensatos que no la hayan visto aún.
   Insensatos que, espero, no se atrevan primero con algo como Enemy. Por si se llevan una mala impresión y se pierden la mejor faceta de un director que está llamado, aún lo está, a hacer grandes cosas. 

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