jueves, 16 de octubre de 2014

Así se forja la Historia

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Un servidor, habiéndose plantado frente a esto tan caótico y terrorífico que es la Historia del Cine un poco, como quien dice, en sus postrimerías, cuando ya estaba consolidada, presta a acabar, poco dispuesta a sorprender, ha de examinar con precaución, y siempre tratando de no incurrir en el peor ridículo que es el de la desmemoria, la sucesión de realizadores contemporáneos a su existencia. Porque se puede declarar que nombres como Christopher Nolan, Paul Thomas Anderson, Quentin Tarantino, Lars von Trier, Danny Boyle, Wes Anderson, Carlos Vermut o el que hoy nos ocupa, David Fincher, están llamados a engrosar la problemática y esquiva lista de los mejores cineastas de la Historia del Cine, claro, quién me lo va a impedir pero, ¿qué sé yo realmente de esta Historia del Cine? ¿Acaso he estado viviéndola desde su inicio y tengo autoridad para saber a quién se le permite ingresar en ella? ¿Pude por ventura y satisfacción proclamar en su momento que Orson Welles, Billy Wilder, Alfred Hitchcock, Francis Ford Coppola, Woody Allen, San Martin Scorsese de Todos los Santos, Steven Spielberg, y me dejo muchísimos, lo iban a petar fino? ¿Hasta ahí llegó mi clarividencia? Creo no sorprender a nadie si admito que no. Uno sólo lee la Historia sentado plácidamente sobre una butaca alejada de la acción, cómoda, y carente de todo riesgo, y sólo una vez que dicha Historia ya se ha desarrollado lo suficiente como para que personajes más legos que tú o más masificados te la interpreten, te la mastiquen y te la regurgiten, y al final te permitas a ti mismo pensar, ni que sea durante unos abrasivos segundos, que eres igual de sabio y cultivado que ellos. O que tu opinión vale para algo.
   La cuestión es, ¿habrá historiadores y estudiosos que dentro de cincuenta años recomienden las películas de David Fincher como el éxito crítico y más o menos popular las recomiendan hoy? ¿Seremos, en efecto, tan afortunados de haber compartido años de vida con un genio totalmente nuevo y, valga la redundancia, genuino, y de haber tenido el placer de esperar y de permitirnos ser decepcionados con sus sucesivos trabajos? Yo casi me atrevería a asegurar que sí, que somos afortunados de convivir con la plenitud artística de David Fincher, y que puede que dentro de bastantes años la gente nos envidie de la misma forma que nosotros envidiamos a aquellos seráficos sujetos que al salir de ver Aquí un amigo, noche del estreno, pudieron decir: "Joder, pues ésta como que le ha salido muy floja a Wilder, ¿eh? Más floja tirando a puta mierda".

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He visto películas de Esteso y Pajares mejores que ésta

   David Fincher estrena película y todo el planeta Tierra y buena parte del Sistema Solar debería estar festejándolo, dejando todo lo que tuviera entre manos (abiertamente irrelevante en comparación, qué duda cabe), para correr a la sala más cercana y ser ufano testigo de cómo pasito a pasito la Historia del Cine sigue fraguándose. Perdida, se titula el nuevo proyecto, y es la adaptación de un célebre best-seller cuyo elenco encabeza Ben Affleck. ¿Hay que alarmarse? En absoluto. David Fincher es David Fincher es David Fincher, y si no la cagó teniéndolo todo en contra cuando rodó Los hombres que no amaban a las mujeres (película a reivindicar aunque sólo sea por sus epiquísimos créditos iniciales), no la va a cagar ahora. Lo sé yo, lo sabes tú y lo sabe Ben Affleck, que de actuar no tendrá ni puta idea pero listo lo es un rato, y no ha dejado de demostrarlo de un tiempo a esta parte.

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"Busco mi talento interpretativo. ¿Alguien lo ha visto? Pagaré"

   Perdida es, en principio, un thiller policíaco y, como es costumbre en el señor Fincher, uno magistralmente dirigido que sabe sacarle todo el jugo a la obra literaria de la que parte (sólo es un suponer, algo que será remediado en cuando adquiera la susodicha novela y la devore en cuestión de, presumiblemente, un par de horas). El toque Fincher, que es el más elegante y menos estridente de los toques, se deja notar como sin darse importancia a lo largo de dos adrenalíticas horas y media en las que no hay espacio para el aburrimiento, ni tampoco para algo parecido a la calidez humana. Es oscurísimo, es deprimente, es asfixiante, una atmósfera malsana lo envuelve todo y uno, por más que mira y se rasca la cabeza, tampoco alcanza a deducir qué es lo que exactamente hace Fincher para ser Fincher. No hay movimientos de cámara vertiginosos, tampoco arrogantes planos secuencia, ni tan siquiera una irónica banda sonora que inyecte algo de siempre bienvenida posmodernidad (sólo se deja oír un ajustadísimo Don`t fear the Reaper). Todo es correcto, académico e, inexplicablemente, hipnótico. Y dentro de su cuadriculada mesura, elevándose por encima de una música memorable compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross sin la cual nada sería posible, late un corazón negro y frío que nos arroja de repente, como quien arroja un hueso sin reparar en sus cualidades nutricionales ni en el valor que seres más indignos podrían encontrarle, una secuencia para la posteridad. Dos seres entre las tinieblas de una habitación. Iluminación barroca. Cama de matrimonio. Neil Patrick Harris y Rosamund Pike. Música opresora. Volumen que aumenta. Y así, niños, es como por fin vuestro tío Barney entró a formar parte de la Historia del Cine.

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"... y poco después presentó los Oscars y todo pues muy bien, muy en orden, cómo iba a ser de otro modo"
 
   Hablemos de actores, y desentrañemos el auténtico misterio: cómo puede haber realizado Ben Affleck una interpretación que no sea horrenda. Y la respuesta es sencilla, por qué va a ser, pues gracias al jodido Fincher, gracias a un inconmensurable acierto de casting. Ben Affleck es inexpresivo, antipático, infantiloide, torpe, nunca puedes llegar a saber a ciencia cierta si trata de ocultar un retorcido mundo interior o si simplemente le faltan un par de veranos, o de hostias, que le espabilen. Y es perfecto para el papel de Nick Dunn, niquelado para que la trama de Perdida se presente aún más inquietante y ambigua. El tipo logra firmar así el mejor papel, sin discusión alguna, de una carrera que hace tiempo debió dejar por imposible para dedicarse por entero a la dirección y ganar muchos más Globos de Oro. Porque escenas tan bien resueltas como el colosal e inapropiadísimo momento en el que exhibe su sonrisa de botarate (con la que llegué a tener pesadillas horas después), o su entrevista en televisión, o los momentos finales, no las podría lograr ningún otro hombre que no fuera Ben Affleck. O bueno, casi ningún otro hombre. Ryan Gosling a lo mejor, pero solo cuando además (co)escriba un guión como el de El Indomable Will Hunting dejaré de pensar que es una acelga.

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"¿Y qué? Soy mucho más guapo que tú y que todos los habitantes de tu municipio juntos? Juaaaas"

   Rosamund Pike fue chica Bond años ha en la peli Bond más loca y absurda de la que se tiene memoria, la gloriosa Muere otro día, y probablemente sólo la conozcáis de eso. Tanto mejor, porque su tremebunda interpretación de la Asombrosa Amy os impactará todavía más, disfrutando y padeciendo a partes iguales con uno de los papeles femeninos más complejos y difíciles jamás escritos. Y estaría muy feo no hablar de Carrie Coon como la hermana melliza de Ben Affleck, papel que defiende con suicida contundencia en contraposición al discreto y agradable oficio que transmiten Neil Patrick Harris y Tyler Perry, este último francamente divertido en su papel de abogado buenrollista.
   Con dichas virtudes, Perdida lo tendría todo para triunfar, y de hecho es lo que hace, pero si a Hitchcock le llovieron collejas en su día con tal de que no se relajara, sería de oportunistas miopes no hacer lo propio con Fincher, aun cuando el único problema de la peli reside en la especial naturaleza de su guión. Un libreto, por cierto, que Fincher no ha hecho otra cosa que respetar y que, aunque precipita la película muy sobradamente al 9, no permite que pase de ahí. Perdida es una obra, y espero estar hablando tanto de la película como de la novela, hecha tanto para impactar como para suscitar la reflexión con las fuerzas que resten una vez se haya pasado por el aro. Al contrario que ocurría con su anterior film, Los hombres que no amaban a las mujeres (novela que sí he leído y de la cual he abominado), que no era más que una intriga detectivesca al uso (sí, con bastante misoginia, pero muy light y obvia), Perdida tiene ínfulas de relato social, y si bien es esta parte, la filosófica, la panfletaria, la que se queda en nuestra cabeza, es muy probable que para siempre, aboca al desarrollo de la trama a una descompensación bastante reseñable. Una por la cual acaba resultando que Perdida es hasta tres películas diferentes, ensambladas por dos giros diabólicos y enfermizos que elevan la pesadilla y la desazón hasta niveles estratosféricos. Y, por muy buenas y hasta siniestramente divertidas que sean estas tres películas, el resultado global es como raruno, sobre todo por el rastro de pistas falsas y cosas tiradas de los pelos que se percibe entre golpe de efecto y golpe de efecto.

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Imágenes como ésta deberían estar enmarcadas en algún tipo de museo donde todo el mundo se pudiera masturbar (metafísicamente, claro) en amor y descompañía


   Así las cosas, Perdida funciona más como comedia negra (negrísima) que como thriller. Como thriller, digo, es bastante defectuoso, habida la cuenta de que justifica su visionado en base a una gran reflexión final en lugar de un último y gran giro que le dé la vuelta a todo, que es lo que yo por cierto esperé hasta que, como un disparo a bocajarro, irrumpieron los silentes créditos. Dicha reflexión final es, podéis estar seguros, estremecedora, demoledora, acojonante en una palabra, y ese último plano sólo permite que te lleves las manos a la cabeza, con lágrimas de equívoco origen en las mejillas, y musites "Este cabrón lo ha vuelto a hacer". Pero, ay, no es una buena forma de clausurar el majestuoso thriller que todos anunciaban, el thriller que yo esperaba, sobre todo porque no supone más que un perverso punto y final prolongado durante media hora.
   Que se adscribe ni más ni menos, ojo, a lo que Fincher y Gillian Flynn (autora de la novela y el libreto) pretendían, que no era otra cosa que maltratar al espectador sin limitarse únicamente a los vertiginosos e imposibles giros de siempre. Perdida es más Zodiac que Los hombres que amaban a las mujeres, más Seven que El club de la lucha, más, gracias a Dios, La red social que El extraño caso de Benjamin Button. Así que hay que verla, que a fin de cuentas es de David Fincher y es lo que toca.
   Recomendable para todo aquel con mínima preocupación por querer llegar a viejo habiendo visto las grandes obras maestras de su tiempo. Y hacedlo por vuestros nietos también, venga, que a lo mejor os salen cinéfilos y en vez de escribir chufiblogs pueden matar el gusanillo hablando con vosotros. Todos saldríamos ganando.

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