miércoles, 6 de agosto de 2014

Cómo hacer una secuela


Existen películas que, sin alardear precisamente de una cierta originalidad, novedad o riesgo, consiguen apañárselas para que estas virtudes de las que carece, las que a priori las tornaría memorables, no tengan la más mínima importancia a la hora de, finalmente, acabar siéndolo. Podríamos en esto examinar qué posibilidades o qué otros insospechados atributos tendrían para lograr tal cosa, pero conformaría un esfuerzo fútil, y un ejercicio de pedantería innecesario y superficial. Simplemente, es magia. Y resulta una estupidez intentar medir la magia, como también resulta una estupidez intentar medir la Fuerza, cosa que sin embargo hicieron, convirtiendo a los midiclorianos en unos seres de pesadilla que probablemente nunca llegaron a imaginarse que acabarían apareciendo en una crítica de la secuela de Cómo entrenar a tu dragón.
   Sí, precisamente es Cómo entrenar a tu dragón un clarísimo ejemplo de esto, al menos para el que esto suscribe. Una peliculilla de animación sin el más mínimo interés en hacer historia, como sí hicieron gala de éste, desde el momento en que fueron pensadas, obras capitales del género como Toy Story 3, Wall·e o Up (lástima que en este último caso el ansia por trascender se limitara a los primeros diez minutos). Cómo entrenar a tu dragón ofrecía un argumento mil veces visto, unos protagonistas mil veces vistos (desde el chaval que no encuentra su sitio al padre que nunca escucha pasando por la tía buena marimacho de corazón de oro y atropellando al alivio dudosamente cómico de turno), y un desarrollo argumental que sabías qué depararía desde el minuto uno. Pero, ah, sí, también ofrecía a Desdentao, el dragón más adorable de la Historia del Cine (obviando a Draco de Corazón de Dragón, pero claro, él con transpirar dignidad y marcial respeto cada vez que le daba por estornudar tenía suficiente), la mezcla definitiva entre perro, gato, y los ojos que tendría Wall·e si, bueno, ya sabéis, fuera un dragón y tal. Esta criatura se llevaba la peli tan de calle que casi daba igual todo lo demás, pero es que aparte los creadores de la cinta, que no tenían un pelo de tontos, habían diseñado un plantel de criaturas provistas de un completo catálogo de debilidades, tipos y habilidades especiales. Sí, como si fueran Pokémons. Yo estoy convencido de que el éxito de la propuesta radicó en el componente pokemoníaco de todo (todos hemos sido fans de Pokémon, y los pocos insensatos que no lo han sido me niego a que me lean, me lo puedo permitir), además de, claro, la animación, que era simple y llanamente una pasada.

Nunca antes había puesto una foto del mejor dragón de la Historia del Cine y digo yo que ya iba siendo hora. Es el de la izquierda, por cierto

   El apartado dramático, más allá de un par de detalles muy curiosos y conseguidos (como el destino final del protagonista, ligado por siempre al de su cuqui dragón), era bastante discreto, pero suficiente para hacer que muchos chavales, niños y no tan niños, esperaran su secuela con una avidez rallana en el, qué sé yo, cuando estaban a punto de lanzar el Pokémon: Edición Cristal y el cartucho parecía así como de cristal y los bichos ahora se movían, SE MOVÍAN. Total, que estrenan Cómo entrenar a tu dragón 2, y está claro que hay que verla.
   Cómo entrenar a tu dragón 2, vaya por delante, es una secuela perfecta, de manual, un ejemplo de lo que tendría que ser, siempre, una secuela, al igual que Monstruos University, el verano pasado, nos enseñó a todos cómo se hacía la movida esta rara de las precuelas. Y no es una secuela perfecta por, por ejemplo, y tal como supuestamente hizo El Amanecer del Planeta de los Simios, o desde luego hizo The Amazing Spiderman 2, mejorar en todo a su antecesora, dejándola a la altura del betún y provocando miras por encima del hombro que, jo, son un poco irrespetuosas (pero yo siempre amaré Batman Begins, sobre todo desde que vi la última, y sí, desde que sé cómo funciona esto de los enlaces estoy llevando mi narcisismo a sus últimos extremos). Es una secuela perfecta, como iba diciendo, por coger el universo exhibido en la primera película y expandirlo coherentemente, a la vez que hace evolucionar a los personajes y los expone a conflictos progresivamente más peliagudos que los que antes tuvieron que enfrentar. No se preocupa de ser ambiciosa y de mejorar todo lo visto en la película original en base a giros rocambolescos y tramas sucesivamente más oscuras. No, Cómo entrenar a tu dragón 2 no arriesga nada, pero lo gana todo.
   Todo lo que molaba de la primera está aquí en la segunda, más desarrollado, y todo con mucha lógica y consecuencia. Tenemos más acción, más personajes, más vuelos mareantes y, sobre todo, más dragones. Muchísimos más dragones. Todos con sus personalidades, sus secretos, sus ataques especiales y, sobre todo, sus diseños. Ay, los diseños. Puede ser que el andoba que ideó los bocetos de las criaturas que desfilan por la peli sea lo más parecido a Dios en la tierra, y esto no es una exageración, es un hecho objetivo. Por no hablar de los mágicos lugares por donde los personajes transitan, como ese nido de dragones, esa playa, o esa Aldea Mema que me sigue recordando tanto al Jak and Daxter.

Éste es el videojuego al cual me refiero. Na, porque me conozcáis un poco mejor y tal

   Y la animación no sólo lo peta en cuanto a lo original de las criaturas, sino que también ha mejorado en cuanto a la definición y el fotorrealismo en los gestos de los personajes humanos (el rostro del prota, sin ir más lejos, es para imprimirlo y enmarcarlo en tu habitación ante la mirada aterrorizada de tu madre, con ese cabello, esa cicatriz, esa barba rala...). Aunque, claro, poco importa todo esto cuando Desdentao sigue por ahí, a sus anchas, haciendo adorable todo lo que toca. No se le puede dar más vueltas; el aspecto visual de esta secuela es imponente, y no supone más que el lógico salto evolutivo con respecto a la original (que a mí ya me impactó lo suyo con las escenas de los vuelos o la batalla final). 
   La banda sonora es otro punto fuerte, ya que no sólo se limita a las acertadas melodías de la película anterior sino que añade temas nuevos igualmente épicos y, ay, maravilla, introduce hasta una canción, sí, de ésas cantadas, de ésas que solía haber en las pelis de Disney. Una canción que aparece en el momento más indicado y con la que se te van los pies disparados y te lamentas de que, con todos los críos que hay alrededor, seas tú el único que no tenga vergüenza y se levante y baile. 
   Ahora bien, pero este ahora bien no es tan dramático como parece, toca hablar del guión, lo que vertebra todo este amasijo de genialidades, y lo que podría acabar mandándolo todo al carajo. No es así, y sin ser lo más original que verás nunca en una pantalla, (para eso tienes El Amanecer del PlanetJAJAJAJ), sí que le permite a la peli levantar el vuelo y acabar resultando la maravilla que, asumámoslo, es. Tiene sus giros, sus revelaciones, hasta sus flashbacks (de un color que parece como sepia y todo, así muy entrañable), el mismo humor del que hizo gala en la primera parte (esto es, uno blanco, que no molesta, que no desternilla, y del que es imposible recordar algún chiste una vez que salen los créditos)... Todo está muy apañado, y encima se preocupa de acoger una hondura dramática que por momentos es incluso demasiada para los críos. No spoilearé nada, pero pasan cosas jodidas en Cómo entrenar a tu dragón 2, cosas realmente jodidas, y es posible que, al igual que nosotros fuimos la generación traumatizada por Mufasa, estemos alumbrando una nueva que lo estará por, bueno, por esto a lo que me refiero. En serio, es tan brutal, se te encoge tanto el corazón, que a mí no acertaron a salirme ni las lágrimas.

Esto es un dragón de la especie de los "Cremallerus Espantosus". Sí, en efecto, con un nombre tan cojonudo no puede defraudar a nadie

   Además de esto, hay secuencias realmente épicas, en las que la emoción que ha sabido dosificar el argumento se funde con la banda sonora y lo espectacular de la animación y crea espectáculo del bueno, del de cuando aún era posible sentirse pequeño frente a una pantalla de cine. Con todo esto, es que sinceramente no te dan ganas de ponerte a buscar fallos, ya que a fin de cuentas éstos se reducen a motivaciones poco claras de algunos personajes, morosas soluciones argumentales y un humor algo tontorrón según qué momentos. Chorradillas. Si a mí no me importó nada de esto cuando vi El Rey León, tampoco debería importarme a la hora de ver esta otra, en pos de ser coherente y tal. Y no estoy comparando ambas películas en cuanto a su calidad o significancia (es absurdo), sino tan sólo en cuanto a experiencia puramente emocional que supera y desprecia cualquier tipo de juicio fríamente objetivo. 
   Así que nada, todos a verla, bebés, niños, adolescentes, veinteañeros, gente guay en general... No os vais a arrepentir. Y si lo hacéis, yo qué sé, igual es que para vosotros el momento en que os comprasteis el Pokémon: Edición Cristal no fue uno de los más felices de vuestra infancia. Qué le vamos a hacer. 
   PS: Por cierto, da como mucha vergüenza que con el pedazo material que hay aquí no se hagan videojuegos en condiciones ni saquen cromos de dragones ni nada de nada. Verás cuando se entere Pablo Iglesias. 

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