lunes, 18 de agosto de 2014

Molaridad ilustrada




Aun cuando no hubiera llegado nunca a ver Guardianes de la Galaxia, y en la memoria cinéfila sólo guardara con prudente entusiasmo la visión de esos extraordinarios trailers precedentes, era bastante fácil extraer conclusiones sobre lo que el estreno del blockbuster veraniego por excelencia supondría. Sin necesidad de desembolsar dinero, valiéndome de la pura lógica y de la lectura sin filtro de todo tipo de material internáutico, podría haber llegado a concluir dos cosas: una, que Guardianes de la Galaxia iba a ser el bombazo definitivo de Marvel; y dos, que como espectador tocapelotas que soy me iba a decepcionar bastante el asunto.
   La primera cuestión se ciñe al pasado, presente y futuro de la Fábrica de Ideas (apelativo que no podría sentar con mayor justicia) y a su competición con la otra gran marca comiquera, DC Comics. Los personajes de uno u otro bando han irrumpido en nuestras vidas lo queramos o no, cambiando las viñetas por las carteleras, y compitiendo por nuestro amor. Desde que en 1978 el Superman de Richard Donner descubriera el filón, abrillantándolo con una secuela de altura y hundiéndolo con las secuelas que vinieron después (incluyendo aquella obra maestra del post-humor que es En busca de la paz), y varios pezones de gomaespuma más tarde, desde que Bryan Singer mostrara el verdadero camino con la (gloriosa) primera película de la Patrulla X, el duelo estaba servido. Y hubo unos años en los que verdaderamente se disfrutaba admirando las mañas de los contendientes, porque tan pronto se adaptaban con inmejorable fortuna las aventuras del Hombre Araña como Christopher Nolan hacía historia volviendo a dignificar la marca DC (y el género superheroico de paso) con las primeras películas del Caballero Oscuro. El que ambas franquicias pincharan catastróficamente en la tercera parte no quita que la preocupación por la calidad llegara a ser constante, y que se rematara con la infravaloradísima Watchmen, en la que Zack Snyder nos demostraba lo buen director que podía llegar a ser si dejaba por un ratito la cocaína.
   Ahora, sin embargo, la batalla ha llegado a su fin, es de rigor proclamarlo, y el claro ganador ha sido Marvel, que aliándose con Disney e iniciando una salvaje vorágine de productividad ha acabado derrotando despiadadamente a la factoría de la que salió el supuesto superhéroe más icónico de todos (aunque a engendros como Superman Returns El Truño de Acero no hay icono que se les resista). Y ahora, mientras Marvel se saca la polla y para su mayor apuesta seguidamente a Los Vengadores recurre a unos personajes de los que no se acuerda ni Stan Lee, DC se halla muy digna currando en Batman vs Superman (algo que, sencillamente, no va a salir bien), diciéndole a todo aquel que le quiera oír que un siglo de éstos sacará La Liga de la Justicia, o incluso defendiendo que Aquaman no es un tipo tan ridículo como todo el mundo piensa, y de hecho se merece una película. En fin, animalicos.

"¿Me he convertido en un meme ya?"
   Marvel, asumiendo un riesgo que, en fin, no ha acabado siendo tanto, nos ha demostrado que ha triunfado, que el éxito total, la hegemonía, es suya, y que nadie se la va a arrebatar (y están de suerte, porque ya me jodería que alguien me quitara una palabra tan bonita como "hegemonía"). Tras el monumental éxito de Capitán América: El Soldado de Invierno (película que no me molesté en ver simplemente porque, si no tiene en frente a Tony Stark vacilándole, el espantajomán más patriota, por definición, es un rollo de cuidado), Marvel se complace en volverlo a petar con Guardianes de la Galaxia, basada en un cómic que, insisto, ni los más frikis se han leído, y que por supuesto es completamente desconocido para el gran público. Dirige James Gunn, los sucesivos preestrenos y críticas auguran que la cosa merece mucho la pena, y DC por el momento tendrá que seguir comiéndose los mocos mientras piensa en Wonder Woman y en cómo puede quedar bien un avión invisible en pantalla (es que joder, entre Linterna Verde y las otras mierdas señaladas no les puede ir peor).
   Llego al comienzo de la crítica propiamente dicha y al final de mi disertación vagamente documentada sobre la situación de la industria (últimamente leo mucho JotDown). Así que, llegando a la segunda cuestión que reseñaba al comienzo del artículo, Guardianes de la Galaxia me ha decepcionado. No demasiado, pero sí lo justo y necesario como para que considere absolutamente exagerado el hype que su llegada a nuestras pantallas ha generado (aunque claro, si algo caracteriza al hype es la exageración). Y me ha decepcionado no porque Guardianes de la Galaxia haya acabado siendo aburrida, sosa o menos divertida de lo que pensaba que iba a ser (y presumiblemente lo iba a ser mucho). Guardianes de la Galaxia es decepcionante porque todo en ella apesta a premeditación, a cálculo de probabilidades y a falta de personalidad.

Los Guardianes de la Galaxia originales. Probablemente los recordaréis de la famosísima serie animada que dieron en Megatrix. O probablemente no.
   Los productores y James Gunn, un goodfella de mucho cuidado, han sacado adelante una película cuyo espíritu, si no es demasiado condescendiente suponer que haya uno, se vincula más con el  taquillazo que con tanta furia busca antes que con el interés por contar una buena y genuina historia. Se vincula, en efecto, con un ansia por molar a toda costa, siguiendo los dictados de un sesudo estudio en torno al concepto de la molaridad, que no sé si me acabo de inventar pero molaría que fuera así. La molaridad no se abandera en guiones rompedores, interpretaciones potables o riesgos de forma; sino en efectos especiales chulos, largos y tediosos compendios de frases épicas, y banda sonora, a falta de otros epítetos underground, molona  Éstos son, cómo no, los tres ingredientes principales de Guardianes de la Galaxia, con el matiz de que la selección musical, pese a lo que se ha dicho por ahí, me ha parecido bastante predecible. Marvin Gaye, Jackson Five y el sacrosanto Hooked on a feeling que, como pasa con todo aquello que el campo de la molaridad abarca, ya empleó Tarantino. Hay que decir, eso sí, que las canciones están insertadas en la historia con mayor rigor histórico que en, por ejemplo, Ego desencadenado. Lo cual se la sopla a todo el mundo. Bien.
   No habría que desmerecer sin embargo el hecho de que, teniéndolo todo para ganar, James Gunn y su supuesto coguionista (Nicole no sé qué, jiji, tiene nombre de chica y de hecho puede que lo sea), se hayan obstinado en esforzarse un poquito, y en esto sepan otorgarle cierto carisma a los protagonistas, uno que no quedara relegado a ser posible en los numerosísimos chistes (hay muchos, demasiados, y no me quejaría de esto si todos funcionasen, lo cual está claro que no ocurre y que la frase "Me lo he hecho encima" perdió toda efectividad cómica a finales de 1987). No me refiero especialmente a Chris Pratt, que no molesta pero tampoco tiene tanto carisma como se le ha presupuesto, ni tampoco a Zoe Saldana, la cual puede que un día me encuentre en uno de mis habituales paseos por Los Ángeles y la reconozca, pero hoy no es ese día. Sí me refiero a, obvio, los mapaches con armas de fuego gigantescas siempre han sido mi debilidad, el macarrónico Rocket (voz de Bradley Cooper), y su adorable compañero Groot (voz del no menos adorable Vin Diesel, quien debió sudar la gota gorda para imprimirle distinción dramática a cada una de las veces que repite su única frase), y también a Drax, quien por el hecho de ser interpretado por el luchador de wrestling Batista (célebre por saber interpretar el monólogo inicial de Ricardo III a base de eructos), no me daba buenas vibraciones, pero que ha acabado siendo toda una sorpresa. El resto de personajes cumple, con Benicio Del Toro apareciendo tan feo en pantalla como siempre, ni más ni menos; John C. Reilly aportando su tranquilo saber estar; Glen Close sin demasiada idea de dónde se ha metido, y más gente que interpreta a los supuestos villanos, unos piltrafas que, al igual que los Chirriflautas ésos de Los Vengadores, sólo están ahí para que les midan el lomo. Con la dolorosa diferencia de que aquí no tenemos a un Loki que haga que nos despreocupemos ante tamaña desproporción heroica. Sólo tenemos a este moñas.

"Soy el malo y para demostrarlo gritaré y me enfadaré mucho y pegaré hostias con mi martillaco. Yeah"

   Por lo demás, y atendiendo a que hay que gustar, y a que pocas cosas gustan más que Star Wars, la peli y el tratamiento de su livianísimo argumento se parece a la primera trilogía galáctica de un modo tan escandaloso que la etiqueta de "accidental" deviene hipócrita e irritante, sobre todo cuando ciertos iluminados sin memoria histórica alguna andan comparando Guardianes de la Galaxia en términos de calidad e impacto con Una nueva esperanza (la gente es que ya es gilipollas por encima de sus posibilidades). Y no es sólo que Chris Pratt haya querido ser siempre Han Solo cuando fuera mayor (como todos los niños, vaya, eso tampoco es tan grave), y lo haya demostrado, sino que Groot es un perfecto Chewbacca y Rocket un perfecto Han Solo (y ya van dos, y el contador de badassería está a punto de explotar), además de que los malos se ponen verde entre sí como unos Darth Vader y Emperador cualesquieras (con mucho menos glamour, a la imagen de antes me remito), y hay un gángster que lidera a los contrabandistas y persigue al antihéroe de turno (exacto, como Jabba, pero con liposucción y un cuchillo que está chuli). Todo, súper warsie. Todo, súper calculado.

"Tree Powers Activate!
   Así las cosas, resta una película tan entretenida como vacua, cuyas únicas bazas más o menos efectivas (para un público más exigente de lo clínicamente saludable, quiero decir) residen en el encanto ochentero de todo. Aunque sea uno impostado, tan falso como el resto de cosas, el espíritu de Guardianes de la Galaxia remite, además de a Star Wars, a joyitas como la TRILOGÍA de Indiana Jones, El secreto de la pirámide, Los Goonies o las mejores de James Bond, con personajes que no dejan de moverse, de hablar y de cambiar de localizaciones mientras se nos intenta explicar en pocas líneas el funcionamiento de la sociedad imaginaria en la que se encuadra la acción (de la cual sólo me enteré de algo de unos policías y de sus roces con los de Asuntos Internos). Además, claro, los efectos especiales son muy punteros, al margen de las secuencias de acción (mucho peor resueltas que en Los Vengadores, pelotazo de Marvel infinitamente superior al que nos ocupa, por si no había quedado claro); y nos encontramos unos diseños de naves y planetas muy apañados, y en esto me gustaría hacer hincapié en el portento visual que supone el planeta de los buenos de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme, una suerte de cruce entre Coruscant y Santiago Calatrava que le da como un aire muy neoalgo a todo.
   Si apenas he mencionado el guión es porque no tiene mucho sentido hacerlo, ya que se limita a cumplir y a hacer gala de un denodado esfuerzo por dotar a cada uno de los héroes de traumas por superar (resulta sorprendente en ese sentido el prólogo, de una intensidad dramática luego nunca igualada). Nada mínimamente original ni molesto, ni nada que los fuegos de artificio o los chistes de patio de colegio no puedan disimular.
   Así que en resumen, y por si aún os lo estáis preguntando, claro que tenéis que ver Guardianes de la Galaxia. ¿Que por qué? Pues por una razón tan simple como que mola, mola mucho. Y nada, pasad un buen verano, vosotros que podéis.

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