domingo, 7 de febrero de 2016

Del querer, del no poder, y de su poesía


Antes de nada, una defensita de Alejandro González Iñárritu. Yo entiendo que a muchos este mexicano egomaníaco pueda caerles gordo, y que influidos por esta tirria comprensible pero cegadora se pongan enfermos al pensar que el cuate pudiera ser galardonado dos veces seguidas al Oscar a Mejor Director, pero vamos a ver, gentecilla, ¿desde cuándo el ego es algo malo? Aplicado al arte, me refiero. ¿Es Iñárritu el primero en tener pretensiones, ínfulas de trascender, y el primero al que no le importa levantar rodajes caóticos e infrahumanos para conseguirlo? ¿El primero que pone toda su energía y talento en ofertar historias más grandes que la vida que sólo acaban vendiendo humo? No sé, es que si tanto os molesta poned a parir también, dentro del cosmos del Séptimo Arte, a Cecil B. DeMille. O a David Lean. O a Stanley Kubrick, a ver si tenéis huevos. O no sé, a Michael Cimino. Este último se cargó él solito la United Artists. Iñárritu, que yo sepa, sólo casi se carga a uno que desoyó los consejos maternales y no se puso la rebequita.
   Dicho lo cual, es estúpido que ya de primeras te caiga mal El renacido por ser una película ambiciosa, que no sólo pide Oscars en cada categoría posible sino que se las inventa sobre la marcha (Mejor Recreación de Animalicos, Mejor Hostia por Barranco, Mejor Supuración Casera... y así), o por venir firmada por el dire de Amores perros, Babel o, albricias, Birdman. Un dire al que, vale, a lo mejor no le ajuntan ni los piojos, pero que como quien no quiere la cosa se ha montado una de las filmografías más estimulantes de la actualidad, y que puestos a querer dominar el mundo la verdad que no lo haría nada mal. Vamos, que si Iñárritu se lleva el Oscar a Mejor Director, y El renacido a Mejor Película, nadie debería quejarse, en puridad. Un gilí, sí, y todo lo que queráis, ¿pero habéis visto una peli mejor hecha en todo el año, piltrafillas? Antes de que me saltéis con Mad Max: Fury Road me pongo con la crítica en sí, y de paso dejo de hablar solo. 

"Y Michael Keaton voló. Me hizo volar. Y yo volé de él. Y Boyhood se fue a la puta"

   La peli va de un guía al que un buen día le ataca un oso, sus compañeros le dan por muerto, y por una serie de malentendidos tontos también le acaban matando al hijo indio que le acompaña. El guía no está muerto, claro, y decide emprender un viaje que te cagas de intenso en pos de alcanzar a sus compañeros despistadillos y darles matarile como está mandado. Ése es el argumento de El renacido. Como se puede comprobar no hay mucho de donde rascar, pero es del director de Birdman de quien estamos hablando; el mismo director al que un título claro e impactante de una sola palabra no le bastaba y decidió añadirle el pantagruélico subtítulo de (o) la inesperada virtud de la ignorancia. Así pues, no os esperéis un western salvaje violentísimo y divertidísimo. Tampoco una cuidada reflexión sobre la naturaleza del acto de la venganza y sus consecuencias al estilo de Old Boy o Kill Bill. Volumen 2. Lo único que debéis esperar, si no queréis salir decepcionados de un modo u otro, es PLANACOS.
   El renacido, sin ser en absoluto una mala película, sí es posible que sea el filme que todos los haters de Iñárritu estaban esperando ávidos y salivosos para descargar su ira sobre ella sin ningún tipo de remordimiento: todo un regalo para ellos, en efecto, por dejar bien a las claras lo que el hipervitaminado guión o el plano secuencia de Birdman nos impidieron apreciar en su momento... y es que Iñárritu no es tan bueno como se cree que es. De hecho, la película protagonizada por un Leonardo DiCaprio preOscar es la constatación plena de que el dire no sólo tiene sus días malos como todo hijo de vecino sino que, además, oh Dios, es humano. Ya de primeras se trataba de una peli que lo tenía realmente difícil para funcionar, e Iñárritu no sólo no ha sabido lidiar con ello, sino que incluso le ha añadido nuevos problemas para hacerlo todo más tristón y wannabe. Estéticas aparte, lo que acabamos teniendo es a un barbudo antipático caminando en un silencio cerril por el monte durante tres horas, y esto es mucho jugársela por más que ese tío tenga la cara de DiCaprio. El director, una persona lógica pese a todo, llegó a ser consciente de que en éstas la historia no le iba a dar más de sí, y lo mejor que se le ocurrió para arreglarlo fue jugar a ser Terrence Malick. Aunque Terrence Malick sólo hay uno, y tampoco es que esto sea de por sí ninguna garantía de nada.

"Los genocidios de nativos americanos hacen llorar al niño Jesús :( "

   Tan acojonado estaba el mexicanito con que al público le acabara chupando un pie la odisea de Hugh Glass que decidió a mitad del rodaje romper con su particular Manifiesto Dogma y modificar su visión visceralmente realista de lo que sería la película: mete música épica ahí a tope, e introduzcamos flashbacks y escenas oníricas para que el público empatice un poquitillo con DiCaprio. Y un poco de filosofía sobre el ser humano y tal. Muy rollo Tarkovski, ¿sabes? ¿Pero esto no era una historia de venganza?, le preguntó entonces uno de los cámaras. Iñárritu, por toda respuesta, se comió su corazón.
   Así pasa que El renacido es la irregularidad hecha celuloide. Tiene una primera media hora absolutamente magistral, con escenas que dices pero cómo cojones habéis rodado esto máquinas (sí, me refiero a lo del oso, un oso que no encula a DiCaprio pero que hace algo mucho más BESTIAL), y un ritmo áspero y endiablado que te corta la respiración. Estás, se me disculpe la comparación reiterada, como en Birdman: completamente indefenso ante la potencia de lo que te cuenta Iñárritu. Subyugado ante su poder, su rabia, y una realidad que te zarandea y te hace asegurarte de que sigues sentado en la butaca y no esquivando las flechas de varios indios cabreados. Una vez transcurre esta media hora y DiCaprio ya ha encontrado la isla de Montecristo nos topamos con una sucesión de escenas igual de bellas pero carentes de mordiente, que progresivamente van deshinchando la enorme excitación que antes nos acometía, y que incluso nos mosquean cuando se dedican a mostrarnos sueños que no por ser fotografiados por Dios (A.K.A. Emmanuel Lubezki) quedan menos de pegote. Claro, DiCaprio sigue siendo DiCaprio hasta gruñendo y arrastrándose durante lo que parecen ser legislaturas, y a la postre tenemos a un espectacular Tom Hardy como el objeto de sus odios, pero el resultado se resiente, es inevitable. Y El renacido se convierte de esta manera en el tostón mejor fotografiado que hayáis visto nunca, al menos hasta que ya vamos llegando al final, y parece que van a volver a ocurrir cosas de nuevo, y ocurren, y luego te vuelves a casa pensando que qué buen director sería el compañero, si alguna vez hubiera tenido algo que decir.

Por lo demás, Leo ya está un poco hasta el escroto de vuestros chistes sobre los Oscars. Aplicaos el cuento

   En resumidas cuentas, y pese a pretenderlo muy fuertemente, no es la mejor película del año. Lo cual, por otro lado, no implica que no se deba llevar la estatuilla ni que, aunque sea desde un modo irónico o condescendiente, no seamos todos afortunadísimos de tener hoy en día a un colega como Alejandro González Iñárritu echándole tantas ganas. 

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